Diana se apresta a cerrar la joyería de la que es empleada, son las ocho y, como todos los días, hay que hacer caja, ordenar los anaqueles, limpiar un poco. Cuando quieran salir, ella y su compañera Rosa, serán las nueve. Son las cosas de los empleos.
Rosa anda por la trastienda, ordenando. Por eso no ve el problema que tendrán ese día de verano. Poco antes del cierre, han entrado dos hombres en la tienda, Diana los ha visto por el rabillo del ojo pero no ha podido hacer nada, estaba lejos del timbre de la alarma cuando una pistola manejada por un enmascarado la apunta a la cara. El otro ha sorprendido a Rosa en la trastienda.
El enmascarado que apunta a Diana la ha obligado a cerrar la tienda antes de dirigirse a la trastienda con ella.
- Quitaos las bragas - Ordena una voz profunda.
Diana y Rosa se miran temerosas, como es verano y la tienda es elegante, ambas van de uniforme, falda gris, camisa verde, los colores de la tienda, tacones. No llevan medias.
- Venga, quitaoslas - Repite la orden. Esta vez la orden es obedecida. Con gran temor y vergüenza Diana y Rosa se las quitan bajo la atenta mirada de los dos enmascarados.
- De espaldas - brama otra orden. Y cada uno de los enmascarados ata a una chica. El que parece ser el jefe toma las manos de Diana y las ata a la espalda de la chica, fuertemente, con una cuerda que traía. El otro enmascarado hace lo mismo con Rosa. Ambos las empujan al suelo y con otra cuerda les atan los tobillos.
Las bragas que están en el suelo, al lado de cada una de las chicas es ahora introducida en la boca de su dueña, hechas un puño. Un poco de cinta de embalar termina de amordazar a las dos jóvenes, que ahora yacen en el suelo de un cuartillo al fondo del local. Un ruido informa que han cerrado y atrancado la puerta. Unos cuantos ruidos mas, los ladrones terminan de robar la joyería. Luego el silencio.y la oscuridad.
La única luz de la estancia es un pequeño foco de alumbrado de emergencia, que da una luz tenue. Dos bultos yacen en el suelo, son Diana y Rosa, atadas de pies y manos, y amordazadas.
Rosa hace un movimiento para acercarse a su compañera, intenta desatarla, Diana ha comprendido y se da la vuelta para facilitarlo. Reptando Rosa se acerca, se pone espalda contra espalda, buscando con sus manos los nudos que aprisionan a Diana. Pero están tan fuertes que no consigue nada. Ahora es Diana quien lo intenta, sin éxito. Pero también intenta otra cosa, que si consigue: quitarle la mordaza a Rosa. ésta hace lo propio.
- Rosa, ¿como estás?
- Bien, ¿y tu?
- También, ¿cómo crees que podemos salir de aquí?
- No se, en este cuarto no hay nada que nos sirva, ¿y si tratamos de salir?
- Intentémoslo.
Y a duras penas, primero poniéndose boca abajo, y encogiendo el cuerpo, Diana se acerca a la puerta de rodillas, para tratar de abrirla. Forcejea un poco.
- Es imposible, la deben haber atrancado por fuera, no podemos salir. Tendremos que esperar a mañana, cuando venga don Cristóbal (el dueño).
- Da la luz, al menos - pide Rosa desde el suelo. Diana oprime el interruptor, y la bombilla ilumina el cuartillo. Ambas se miran. Rosa está en el suelo, tendida cuan larga es, la falda remangada, las largas piernas terminan en una tosca cuerda, las manos a la espalda, con la camisa medio desabrochada, un pecho asoma por el escote formado. Diana está de rodillas, las manos a la espalda, la blusa también desabrochada. Y las bragas de las dos están en el suelo. ¿Qué paso en ese momento? Quien lo sabe. Se conocen desde que Rosa entró a trabajar, no son amigas, sólo compañeras. Claro que el contacto hace la cercanía. Pero ... Un instante de ternura y sensualidad invade a ambas chicas cuando cada una contempla a la otra.
Diana no podrá asegurar por que pero se deja caer, junto a Rosa. Y acerca su cara a la de ella. Las muchachas se miran, tiene la complicidad de las que llevan un tiempo trabajando, y algo se conocen. Por eso se extrañan y no, de estar juntas. Rosa siempre se preguntará porque, pero eleva la cabeza, mira a Diana, y le da un beso, tímido al principio, apasionado después. Diana responde de igual manera.
Diana, arrodillada, recorre el cuerpo de Rosa como puede, aprovecha el pecho descubierto para chuparlo. Con los dientes logra subir la falda y dejar el sexo al descubierto, todo para ella. Y lo degusta, lo acaricia, pulsa todos los botones del placer, Rosa abre las piernas todo lo que las ligaduras le dejan. Y aprovecha para gritar y jadear de placer. Y acaba. Acaba en un gran jadeo. Rosa no se cree que haya llegado así con Diana.
Ahora es Diana quien, arrodillada se acerca a la cara de Rosa para ofrecerle su sexo desnudo al aire, quiere que su compañera haga que llegue al placer mas alto, y a fe que lo consigue, pues Rosa se muestra como gran conocedora del arte de amar.
Tras la sesión de placer se acuestan juntas, para darse calor, y besos. Muchos besos se darán esa noche. Y otras muchas cuando por la mañana Don Cristóbal y la policía las encuentren en el cuartillo.
Diana
la imaginacion es mas fuerte que la realidad
Buen relató bella Diana, me atraes mucho más, me enamoras, eres una gran escritora
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