Es un viernes. Salgo de la oficina, es bastante tarde.
He tenido que cerrar bastantes temas porque la próxima semana tengo unos días devacaciones.
He avisado a todo el mundo que quiero hacer una escapada en solitario para relajarme de la tensión diaria del trabajo.
Mi idea es una escapada tranquila, con libros y buena música a algún rincón donde pueda disfrutar de tranquilidad absoluta.
Qué lejos va quedar eso en pocos minutos, teniendo en cuenta lo que está a punto de sucederme.
Entro en el parking donde tengo aparcado mi coche. Está
prácticamente vacío, dada la hora. De repente, alguien surge detrás de una
columna, por detrás, tapándome la boca y poniéndome un cuchillo en la garganta:
-Ssshhhhhhhh! No grites, estate quietecita... y no te
haré daño “susurra en mi oído.
Yo, paralizada por el miedo me dejo arrastrar hacia un
rincón oscuro del garaje, dónde está aparcada una furgoneta negra con puertas
correderas.
Me ordena que tire mi bolso y mi maleta al interior, y que me quite
el abrigo.
Sin dejar de sujetarme, tapándome la boca y amenazándome con el
cuchillo en el cuello, hago lo que me dice.
Estoy vestida con una blusa blanca
de seda, de estas que se ajustan al cuello con una gran lazada. Falda negra,
corta y ajustada. Medias y zapatos de tacón.
Me dice que ponga las manos a la espalda, y con rapidez
me pone unas esposas.
Apretándome los pómulos hace que entreabra mis labios, en
introduce en mi boca un trozo de tela, que sujeta firmemente y con rapidez, con
cinta adhesiva.
Trato de darme la vuelta para zafarme de Él. Pero el me lo
impide. Aunque ya no me amenaza con el cuchillo, no me deja moverme hasta que
pone un pañuelo de seda oscuro sobre mis ojos y lo ata con fuerza a mi nuca.
En
ese momento, me da la vuelta. Yo no puedo verle, pero sujetándome por la
cintura me aprieta contra El, y puedo sentir que es más alto que yo y
corpulento. Forcejeo entre sus brazos, cuando el comienza a acariciarme sobre
la ropa y a besar el lóbulo de mi oreja.
-No te resistas, nena... sé que siempre has soñado con
que te ocurriera algo así. Vamos a pasarlo bien.
Las palabras no entran en mi mente y trato de gritar,
pero a través de la mordaza apenas de se oye un mmmmmmmmmm…mmmmmmmmmmmmm...mmmmmmmm,
casi inaudible, incluso en el silencio del garaje.
Cuando se cansa de jugar conmigo, vuelve a ponerme el
cuchillo al suelo y dándome la vuelta, oigo abrir una puerta corredera de la
furgoneta y me obliga a subir a ella.
Así sube tras de mí, y cierra la puerta.
No puedo ver nada. Me tumba sobre algo parecido a un edredón, porque es suave y
mullido. Con rapidez ata mis tobillos y mis piernas por encima de las rodillas,
dando varias vueltas con una cuerda forrada, de esas que se utilizan en
escalada.
Cuando ha acabado con mis piernas se concentra en atar mis muñecas y
los brazos a la altura de los codos.
La postura me fuerza a llevar los hombros
hacia atrás, y poder resistirme menos con mi cuerpo que se arquea hacia fuera,
llevando mis pechos hacia delante, tensando la tela de mi blusa de seda contra
ellos.
Una vez sujeta, oigo que retira las esposas que inicialmente me había
puesto, que ya son inútiles dadas las vueltas de cuerda que tengo en muñecas y
codos.
Cuando pienso que ha acabado, con otra cuerda
Siento tensión en brazos y piernas y aunque trato de moverme cada vez me
resulta más imposible y doloroso. Protesto a través de la mordaza, aunque sé
que es inútil. Oigo como se ríe de mis intentos de resistencia.
Me pone de lado y me arrastra hacia un lado de la
furgoneta, con otra cuerda sujeta al hogtied (creo que se dice así) con el que
me ha atado, y pasándola por mi cintura, oigo un clic, como si me enganchara a
un lado de la furgoneta. A continuación, se separa de mí.
Abre la puerta corredera
de la furgoneta y, tras cerrarla de nuevo desaparece. Me concentro en escuchar
algún ruido fuera y tan solo oigo unos pasos alejarse. ¿Va dejarme allá?
Comienzo a forcejear para ver si puedo aflojar las ataduras, pero en seguida me
doy cuenta de que es imposible y siento dolor.
Con mis dedos trato de palpar
algún cabo suelto del que estirar en muñecas y pies, pero no encuentro nada.
En
ese momento me doy cuenta de me ha quitado los zapatos. ¿Qué pretende hacer
conmigo? Estoy asustada, pero a la vez noto cierta excitación en mí.
Me
reprendo a mí misma por sentirme así en una situación tan peligrosa, pero no
puedo evitarlo.
De repente, escucho cómo se abre la puerta del piloto y
cómo alguien entra. Sé que es El, porque me anuncia que nos vamos. Pone la
radio, con música variada y se pone en marcha.
La sujeción que ha realizado a
la furgoneta, es útil para evitar que me desplace por la furgoneta, pero no
evita que, al realizar las curvas para salir del parking, las cuerdas se tensen
sobre mi cuerpo al sujetarme. Trato de concentrarme en seguir el movimiento
para que me lastimen lo menos posible.
No lo consigo, mis brazos y piernas
comienzan a sufrir calambres por el movimiento. Pese a que no veo, por la
conducción sé cuándo salimos del garaje, cuando comienza la conducción por la
ciudad, dado que hacer periódicas paradas cortas, supongo que, por semáforos,
cruces... No puedo escuchar nada del exterior porque la música no me lo
permite.
Me digo a mí misma que quizás cometa alguna infracción y nos paren y me
descubran, y, así puedan liberarme, pero mis esperanzas se desvanecen más y más
a medida que el tiempo va pasando y noto que la conducción se hace estable,
probablemente porque ya hemos salido de la ciudad.
Van pasado los minutos, quizás las horas, aunque trato de
mantenerme alerta, la tensión y el cansancio van haciendo mella en mí y acabo
durmiéndome. Me despierto cuando se abre la puerta de la furgoneta con fuerza.
Noto como una brisa fría entra y creo que cierta claridad. ¿Ya es de día o es
luz artificial? No puedo saberlo. Noto el peso de como sube a la furgoneta y se
acerca a mí.
-Ya hemos llegado, mi bella durmiente. Aquí no nos
molestará nadie.
Suelta la cuerda que me sujeta a la furgoneta y también
hogtied, dejando que me estire. Cosa que hago de inmediato, tratando de
recobrar la circulación.
Siento calambres, pero también cierto bienestar que me
causa el cambio de postura. Oigo sus pisadas, mientras lleva bultos de la
furgoneta a algún lugar.
Por el silencio parece que estamos al aire libre, como
en un bosque. No deja que me relaje demasiado porque en pocos minutos me
arrastra fuera de la furgoneta y me pone de pie. Siento gravilla bajo mis pies,
y cómo no tengo sensibilidad, el me sujeta por la cintura para evitar que me
caiga, apretándome contra su cuerpo de nuevo.
Intento forcejear de nuevo. Oigo
una sonora carcajada.
Al parecer no tiene miedo de que le oigan. Parece que
estamos solos.
-No te rindes ¿eh? Me encanta que no lo hagas, pero aquí
tienes pocas posibilidades de escapar de mí, con lo cual reserva tus fuerzas
para resistir lo que he pensado hacer contigo. No te arrepentirás, seguro.
Un escalofrío recorre mi espalda. ¿Qué quiere de mí? De
repente me carga sobre sus hombros, y cuándo intento moverme para que pierda el
equilibrio me da una palmada en el culo a modo de advertencia.
No es que me
haya hecho daño, pero el mensaje es claro, por lo que me dejo llevar. Notó como
sube unos pocos escalones, abre una puerta y entramos en algún lugar con suelo
de madera, en principio, porque luego las pisadas se amortiguan, quizás por
alguna alfombra.
Me baja, y me obliga a sentarme sobre lo que parece un sofá.
El cambio de postura, hace que me tambalee y caiga hacia un lado sobre el sofá.
Entre risas me ayuda a incorporarme, y me deja sola.
Me siento absolutamente a
su merced, y trato de rebelarme de nuevo en mis ataduras, aunque sé que es
inútil necesito rebelarme. Me siento observada por El, dado que no oigo ningún
movimiento, pero le siento cerca.
De repente, se pone en pie y le oigo trastear
por el lugar que parece una casa, dado que cerca oigo abrir cajones e incluso
lo que parece una nevera.
Oigo que se acerca a mí, y se sienta a mi lado. En
seguida, me pongo rígida, expectante. Me quita la mordaza. En cuanto lo hace,
trago la poca saliva que me queda, cojo aire y grito con todas mis fuerzas:
-Socorro, socorro...
Él no me lo impide, y deja que me canse de gritar. Siento
ganas de llorar de desesperación porque puedo imaginar su cara, mirándome con
sorna, mientras me dice.
-Bueno, ya te has desahogado... no hay nadie en varios
kilómetros a la redonda que pueda oírnos. He buscado un nidito para que los dos
disfrutemos-
¿Que pretende? ¿Qué quiere de mí? Si lo que busca es un
rescate, se ha equivocado totalmente, ni mi familia tiene dinero ni mis amigos
ni yo misma
-Lo sé. Conozco más de ti de lo que puedas imaginar-
¿Como? ¿Qué sabe de mí? ¿De qué me conoce?
-Shhhhh... todo a su debido tiempo... bebe un poco de
agua...
Lo hago porque realmente tengo la boca completamente seca por la
mordaza. Cuando he terminado vuelve a taparme la boca, esta vez con un pañuelo
con un nudo no muy grande, que me obliga a mantener la boca un poco abierta,
pero que sigo sin mantener sonidos.
Protesto porque ya me ha demostrado que no
tiene necesidad de mantenerme en silencio y sin embargo me amordaza. Como si
leyera mi pensamiento, me responde:
- Aunque nadie pueda oírte me gusta tenerte amordazada.
Vas a estarlo en muchos ratos y en otros no, según me apetezca. Se que a ti
también te encanta que limite tu expresión. Por tu trabajo, estas acostumbrada
a dar órdenes y que todos te escuchen, ¿por ello siempre has deseado que
alguien te limite en ese aspecto Verdad?
-
Protesto a través de la mordaza, pero pienso como sabe todo eso?
“También sé que odias las ball-gag así que tranquila no voy a ponerte ninguna.
Se trata de que los dos disfrutemos de esta experiencia.
Se levanta del sofá, le oigo caminar, pero vuelve en segundos,
me tumba en el sofá con sumo cuidado. Yo me dejo hacer porque estoy
completamente alucinada con lo que está pasando, hasta que noto que comienza a
soltar el nudo de la lazada de seda de mi blusa y a desabrochar los primeros
botones. Entonces empiezo a revolverme.
-A ver... tranquilízate... estas en mis manos y en cuanto
te relajes un poco puedes disfrutar de lo que vamos a hacer los próximos días.
Se que tienes unos días de vacaciones y has anunciado a todos tu intención de
desaparecer, yo tan sólo quiero ayudarte un poco... En el fondo sé que esto te
excita igual que a mí, y aunque busco someterte, espero de ti cierta rebeldía
para que no nos aburramos. Sé que muchas veces has soñado con esto, pero
entiendo que también ahora estas algo asustada... Tranquila, en principio, no
pienso hacerte daño, pero si me aburres nuestro idilio acabará¡ y tengo pensado
venderte a un jeque árabe, muy interesado en ti por las fotografías que ya le
he enviado de ti mientras te seguía y seguro subirá¡ el precio que está¡
dispuesto a pagar cuando le vaya enviando más material de los días que vamos a
pasar.-
Yo, protesté a través de la mordaza “ Ahora, bien, si te portas bien y
los dos disfrutamos al pasar la semana te dejaré, sana y salva en tu casa,
expectante a qué sabiendo como sabes que te conozco, vuelva de nuevo a por ti.
Y, si me gustas, seguro que volveré claro que haré.
Mientras hablaba, había desabrochado los primero botones
de mi blusa, dejando expuesto mis pechos dentro del sostén blanco de encaje que
llevaba.
Comenzó a besarlos suavemente y a subir por mi cuello. Yo me revolvía
bajo El.
Sin soltar el sujetador, sacó mis pechos de Él y los acariciaba, con
más o menos ternura, pero sin hacerme daño. Intercalados entre sus besos y
caricias, me iba demostrando que sabía mucho de mí.
Tenía razón yo había tenido
esta fantasía más de una vez, e incluso había tenido algún juego con mi pareja
en esa línea, pero de ahí a que sucediera, no podía evitar intentar resistirme.
Me exasperada que eso le gustara, pero no podía hacer otra cosa.
El miedo
estaba dejando paso a una mezcla de rabia y excitación. Alucinaba que supiera
tantas cosas de mí, como que odiaba realizar felaciones y el sexo anal,
tranquilizándome y diciéndome que si me portaba bien no me sometería a nada que
yo en mi fuero interno no deseara, pero que iba a abrir para mí nuevas
compuertas al deseo.
Después oí el ruido de unas tijeras y noté como cortaba
mi falda, que ya de por sí bastante corta se hallaba arrugada hacia arriba.
En
segundos me la quitó, dejando ver mi minúscula tanga blanca de encaje y mis
medias negras que se sujetaban en el muslo con un elástico de encaje, sobre mi
cuerpo absolutamente rasurado.
Comenzó a acariciar mis piernas y nalgas.
Introdujo su mano en mi entrepierna, notándome caliente y húmeda, muy a mi
pesar.
-No me has defraudado, querida. Así es cómo siempre te
había imaginado. Lencería perfecta. Precioso cuerpo. Resistiéndote, pero
sucumbiendo... Creo que vamos a pasarlo bien.
Volví a oírle caminar por la casa, y de repente comencé a
escuchar cómo estaba sacándome fotos. Me enfurecí de nuevo, y comencé a
revolverme. El continúo haciéndome fotos.
Mi enfado iba en aumento, y pese a lo
que me dolían los brazos y las piernas seguí forcejeando, tan fuerte que en uno
de los impulsos noté que me caía del sofá, pero antes de llegar al suelo el me
sujeto.
-Ten cuidado o te harás daño, querida.
Diciendo esto me incorporo sobre el sofá, y comenzó a
desatarme las piernas.
Me puso en pie, y me llevo al baño. Al principio me
costaba andar, pero El me llevo. Con los brazos y manos aún atadas a la
espalda, amordazada y cegada con el pañuelo, me bajó el tanga y me ayudó a
sentarme.
Yo aproveché el momento, consciente de que El decidía ahora todos mis
tiempos. Con una esponja húmeda me limpio y volvió a colocarme el tanga donde
estaba.
Salimos del baño y nos dirigimos a una escalera al parecer y me llevaba
allí, pero... ¿para qué? ¿qué quería hacer conmigo?
NO PUEDO ESCAPAR Y LO SABE...SE QUE ESTOY EN SUS MANOS,
PERO VOY A RESISTIRME...
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