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La puerta se abre y Él entra. En su cara se dibuja una sonrisa sardónica ante mi expresión de desafío: sabe que estoy indefensa y a su merced.
Se me acerca tranquilamente hasta que sus botas quedan a escasos centímetros de mi rostro, obligándome a mirar aún más hacia arriba. Su única respuesta a mis patéticos balbuceos de protesta, eficazmente ahogados por la enorme mordaza que tengo embutida en la boca, es una risilla sádica.
Se me acerca tranquilamente hasta que sus botas quedan a escasos centímetros de mi rostro, obligándome a mirar aún más hacia arriba. Su única respuesta a mis patéticos balbuceos de protesta, eficazmente ahogados por la enorme mordaza que tengo embutida en la boca, es una risilla sádica.
Se sienta en el suelo al estilo indio delante de mi y me pellizca con sorna la mejilla. Sin una palabra empieza a aflojar las hebillas del bozal que me tortura. Mi alivio al pensar que podré cerrar la boca es tan grande que casi siento deseos de darle las gracias, a pesar de lo que me ha hecho. Primero suelta la correa debajo de mi barbilla, después las dos sobre la cabeza que tiran de la triangular que corre a ambos lados de mi nariz.
Ya solo falta la principal, la que se cierra en mi nuca y mantiene entre mis dientes la inmensa pelota de goma que me amordaza... pero antes de quitármela me venda los ojos con una especie de antifaz. Ni siquiera intento resistirme, no me importa la razón por la que quiera ponérmelo, lo único que quiero es que termine de quitarme la mordaza de una puta vez. Sin embargo, se retrasa durante unos segundos más, para mi desesperación. ¡Quítamela ya, maldito bastardo!
¡Me voy a volver loca, no puedo aguantar más con las mandíbulas tan abiertas!
Finalmente, sus fuertes dedos manipulan la hebilla detras de mi cabeza y, con un inmenso alivio, por fin puedo expulsar la desagradable bola de mi boca.
¡Oh, Dios! empiezo a protestar de inmediato”. ¡Por favor! Es excesivamente grand... ¿Qué? ¡No! Gggffffhhhhh...!!
Mis quejas se acaban cuando algo penetra por la fuerza en mi boca hasta el mismo paladar provocándome arcadas y amenazando con ahogarme. Es algo grueso, largo y palpitante que llena por completo mi cavidad bucal, no hace falta ser adivina para saber de qué se trata. Mis labios, comprimidos con cuanta fuerza puedo ejercer para impedir que penetre aún más, se cierran sobre varios pelos rizosos y retorcidos como solo hay en una parte del cuerpo masculino.
Mi lengua se aprieta contra abultadas venas y rígidos músculos. Una nueva arcada amenaza con hacerme vomitar de modo que intento levantar la cabeza para sacarlo de mi boca, pero cuando llego al límite de lo que da de sí mi cuello todavía permanece dentro más de la mitad.
Durante unos segundos permanezco así, respirando agitadamente por la nariz con medio pene dentro de la boca, sin que Él haga nada: ni me empuja por la nuca ni intenta metérmela más.
Pero tan pronto abro la boca y dejo de apretar con los labios su cosa, se mueve hacia delante y me la mete hasta el fondo. Tras unos instantes de pánico en los que a duras penas puedo contener los vómitos, vuelve a retirarse hasta el punto donde echando mi cabeza atrás al máximo sólo tengo la mitad de su polla dentro de mi boca. No cabe duda de lo que se espera de mí.
Ni siquiera me planteo algo tan absurdo como morderle. En mi posición sería un suicidio. Me aplico con energía a la tarea. Cuanto antes empiece, antes terminaré. Imposibilitada de utilizar la lengua al tener la polla tan dentro, solo puedo estimularla mediante la presión de los labios, lo que no facilita precisamente mi labor.
Me muevo con fuerza adelante y atrás dejando un rastro de saliva sobre ella, tragándome ocasionalmente algún pelo, intentando terminar cuanto antes...
Pero los músculos de mi cuello, muy castigados por la postura en que estaba atada, se agotan antes de lograr mi objetivo y tengo que detener mi frenético mete-saca para descansar. ¡Si al menos
Él me ayudara sujetándome la cabeza! Sin embargo, lo único que hace es volver a metérmela a fondo. El mensaje está claro: si quiero descansar será en esa postura.
¡Maldito bastardo!- gruño furiosa, aunque lo que sale de mi boca llena es algo parecido a "mlgfffhhto bagggtrdofffhhh", lo cual es saludado con una alegre risa por el dueño de la polla que me ahoga. Me veo obligada a continuar con mi penosa labor, cada vez con menos fuerzas.
Muy buen relató bella Diana, eres genial, gracias
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