La cita


Un gran vacío siente Diana al escuchar el sonido de las esposas al cerrarse, de repente un miedo la recorre, un terror infinito, sabedora de que no hay vuelta atrás. 


Allí está ella, delante de la puerta de la habitación del hotel, sin ropa interior, calzada con tacones de pulsera, top y falda, ropa para ser quitada si hace al caso teniendo, como tiene, las manos a la espalda y sujetas por unas esposas cuya llave no tiene. 


Una chaqueta cubre sus hombros con el bolso del izquierdo. Los ojos vendados por un pañuelo terminan de componer una situación que, ahora repara en ello, la deja inerme ante esa puerta y lo que haya detrás. Y todo según la nota que recibió junto al pañuelo y las esposas.



Martín, que es quien hay tras la puerta, es una cita casi a ciegas, en sentido estricto es así, se conocen del Facebook y de las charlas por hangout. No hay fotos, no hay sonido. Pero ambos han llegado al conocimiento de que puede ser. 

Cada uno está en un extremo del país, ella en una gran capital, él en una ciudad de provincias, pero ahora hay una oportunidad: él viene a la ciudad por cuestiones de negocios, llega en avión muy tarde, duerme en el hotel, tiene sus reuniones por la mañana, hasta una comida de negocios, pero su avión sale de noche y puede disponer de 3 ó 4 horas. 

Es la ocasión que esperan. Y como es él quien la recibe, en ese tiempo harán realidad algunas de sus fantasías.

Pero ahora Diana, después de que se ha quitado la chaqueta poniéndola en los hombros, pues el top permite adivinar muy bien que no lleva sostén, ha sacado el pañuelo del bolso, se ha vendado los ojos, ha colgado el bolso, cierra las esposas sobre su muñeca izquierda, golpea la puerta y concluye cerrando las esposas en la derecha. Ahora siente que son dos desconocidos, nadie sabe de él, de lo que les une, de que está aquí.

- Hola Diana, por fin la conozco - Ambos se tratan de usted en su comunicación.- Pase

- Hola Martín, el gusto es mío.

- Veo que ha seguido al pie de la letra la nota que le envié - ha dicho tras agarrarla suavemente por el brazo y hacerla entrar. - Permítame su chaqueta y el bolso.
¡Deja de buscar! Tu pareja perfecta te espera aquí.


Diana, que se ha recuperado un poco del temor profundo, siente que le descuelgan bolso y chaqueta, oye el rumor de la ropa y supone que la ha colgado de una silla. Naturalmente no sabe cómo es la habitación, ni mucho menos cómo es él ni que viste, ni nada. Claro que él no la ve totalmente a ella, la contempla entera excepto sus preciosos ojos azules.

- Sabe usted que he esperado este momento mucho tiempo - Dice Diana, con cierta voz sumisa.

- Verá que no ha esperado en vano - Responde él. - Ahora comprobaré si ha seguido todas las instrucciones.

Diana siente que la llevan hasta algo que supone que es una mesa, ligeramente le obliga a sentarse, las manos de él la recorren en un contacto breve, efectivamente no lleva ropa interior, ni medias pues es primavera.

- Relájese - Ordena él. Ella respira pausadamente cuando nota que él le separa las piernas, La falda es recogida. Se nota el sexo al aire. 

Los lametones de él se mezclan con los suspiros de ella. Ahora sí que está relajada. El orgasmo ha sido mayor y mejor de lo que ha sentido antes. El pañuelo y las esposas potencian el sexo. La rapidez del contacto la sorprende. ¿Cuánto ha durado el escarceo? 

No lo sabe, ni importa.

- Eso solo ha sido el principio de lo que sentirás en este rato - Dice Martín - Levántese y póngase de rodillas.

Diana obedece, ella ya ha gozado y piensa que ahora él querrá también. No se equivoca. Tampoco sabe cómo se desarrollará el encuentro. De momento le ha gustado, pero puede que ahora ella no disfrute.

Efectivamente, ella se arrodilla en la moqueta de la habitación. Intuye más que oye, y eso que tiene los oídos bien atentos, que él se acerca blandiendo algo. En su boca siente un contacto. Sabe lo que tiene que hacer. 

Abre la boca para recibirlo. Mantiene el cuerpo erguido pero con la cabeza hace los movimientos precisos. En algún momento él le ayuda con las manos asiéndola de la cabeza. Por fin se le llena la boca. Sabe que él ha gozado también.

Un rato permanece arrodillada aún. - Levántese, ha hecho un buen trabajo - Diana se levanta, las rodillas un poco doloridas. Permanece de pie. ¿Qué viene ahora?

Las hábiles manos de Martín hablan por él. Una cremallera abierta. La falda que cae al suelo. El top es recogido hacia arriba, pasa por su cara y es desalojado por los brazos esposados. Está desnuda, sólo lleva los zapatos, pero no se los puede quitar.

Transcurre un rato, el silencio sólo es roto por el rumor de ropa. Al cabo le siente por detrás, y siente que algo le toca, algo de tan suave que le produce cosquillas por toda la piel, seguramente es un pareo de seda. Así con ella de pie, él la recorre con el pareo por todo su cuerpo, la sensación y el deseo aumentan en ella. 

Ahora querría que la penetrara, no le importa por dónde. Ronroneos de gusto escapan de su boca. No puede evitar moverse tratando de acariciarse su excitado sexo. adivina lo que le pasa. Cesa la caricia para pasar el pareo por la espalda, justo por debajo de las axilas, para posteriormente anudarlo justo encima de los senos. En esa posición, está cubierta pero deja sus atributos al aire, prestos para los caprichos de él.

¡Deja de buscar! Tu pareja perfecta te espera aquí.


No se ve defraudada, él la empuja de nuevo a la mesa, la sienta, le obliga a abrir las piernas y la penetra. La sostiene por el culo y la alza. 


Diana enrosca las piernas en él, no puede abrazarlo pero es igual. Los movimientos son brutales, ambos están quemando. El pareo se mueve como si un huracán le alcanzara. Primero termina ella, luego él, casi a la vez. El sonido de los jadeos es lo que domina la habitación.


Otra vez la deja en la mesa. Diana casi no tiene fuerzas y se deja caer. Cree que él se ha sentado en el suelo. Transcurre un tiempo. El silencio roto por el rumor de respiraciones que se calman.


Él se levanta, la ayuda a levantarse a su vez y la hace andar hacia un lado, ella no sabe dónde hasta que sus piernas topan con una cosa blanda, la cama. 


- Tiéndete boca arriba - Ordena él. Ella obedece. 


Las esposas le permiten una posición cómoda. Martín sujeta su tobillo derecho, lo lleva hacia el lado correspondiente y una cuerda pasa. En un instante yace en la cama, boca arriba, las muñecas unidad por unas esposas, las piernas abiertas y atadas a lo que supone las patas de la cama, los ojos vendados. 


Desnuda excepto el pareo, que cubre su espalda, con un nudo en su pecho y ella imagina que ahora estará abierto, resaltando su cuerpo en la cama. Le gustaría verse en este momento.


Las manos de él desabrochan los zapatos de ella. Hay un momento en blanco. Los labios de él recorren su pie derecho, ascienden por su pierna, acariciando cada hueco, se pasean por sus labios, descienden por la pierna izquierda hasta descansar en el pie, y vuelta.


Al cabo, labios contra labios. Una lengua que se introduce, acaricia, chupa y lame. Una vez tras otra. Un estremecimiento, desde las ligaduras de los tobillos hasta las esposas recorre el cuerpo de ella. 

Un hondo gritito.

Otro Orgasmo. 

Descanso.

Todo vuelve a empezar. 

Otro orgasmo. 

Descanso. 


Diana no puede mucho más. Pero Martín ataca ahora el torso. Se ha echado sobre ella, se siente el contacto entre sexos. Aun no penetra, pero tal vez....


Él apoya los codos por encima de los hombros de ella, una mano a cada lado de la cabeza, un beso profundo, largo, sentido. Parce que quieren batir la marca de tiempo besando. En un momento dado separa la cabeza para acercar el sexo. 


Las manos en las caderas. Movimiento. Jadeos. Él llega antes. Ella después, ya muy agotada. Él lo sabe. La deja reposar.

El ruido del agua en el servicio, él se ducha, seguramente es la hora de irse, que pena piensa ella.

Casi se duerme cuando nota que le desata las piernas. Para darla la vuelta y tumbarla boca abajo. Se deja hacer. Otras esposas se cierran sobre los tobillos. Ahora le dobla las rodillas y siente que sujeta ambas esposas con otra. Ahora otro pañuelo la amordaza.

- Diana, debo marcharme - como ella pensaba - las llaves de las esposas las dejo encima de la mesilla, a su izquierda - off, menos mal - deme un tiempo para que salga del hotel y luego se desata. . . Ah! Me llevo su ropa.

- MMM - protesta Diana. ¿Cómo va a salir si está desnuda? Pero la protesta inaudible es inútil cuando escucha la puerta.


No está dispuesta a darle tiempo, así que rueda como puede a su izquierda. Encoge el cuerpo y alcanza unas llaves, hay varias, va probando hasta que la esposa de su muñeca izquierda cede, luego la derecha, los tobillos. 


Y no sabe por qué pero la venda es lo último que se quita. Ya puede ver la habitación del hotel, efectivamente es una mesa, no ve rastros de su ropa ni sus zapatos, sólo una nota en la mesa.

"Querida Diana:

En el armario encontrará ropa que creo de su talla, póngasela la próxima vez que nos encontremos, usted mandará

Suyo. Martín"




4 comentarios:

  1. Diana princesa hermosa me encanta ese relato me encantaría poder tenerte así Princesa y hacer el amor contigo bonita
    Tu eres la ladrona de mis sueños

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  2. Muy bello relató Diana, me extasias con cada paso, me encanta y me encantas

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  3. Hola Diana mucho gusto. Es la primera vez que entro a tu blog, y he quedado gratamente fascinado con tus escritos. Son altamente eróticos, y te ponen a volar la imaginación. A mi también me gusta escribir relatos de vez en cuando y te comparto uno muy breve que escribí hace un tiempo.Felicidades por tu blog, y por aquí estaré leyéndote.

    Un fetiche incontrolable

    La cena de aquella noche transcurría con una batalla en mi mente para dejar de pensar en los zapatos de tacón destapados que ella llevaba puestos, donde se podían apreciar sus uñas perfectamente pintadas, y la curva que se formaba en su empeine me tenían loco!. Mientras hablábamos, mi mente divagaba imaginando, sintiendo cómo el roce de uno de sus zapatos de tacón empezaba a subir lentamente por mi pierna y de inmediato mi erección no se hizo esperar. Vuelvo a la charla, tomo un largo sorbo de vino,y extrañamente mis manos están sudando, pero cómo es posible?... Mis pensamientos me dominan y vuelvo a la situación: Ahora siento tu pie desnudo merodeando por mi entre pierna y mi piel se eriza causando que mi pulso se acelere sin control. Vuelvo a la charla y apenas entiendo lo que ella me dice, el calor que siento es abrazador y por mas que intento no puedo evitar que mis pensamientos regresen a ese momento, y ahora siento tu pie sobre mi erección y se me escapa un leve jadeo..ahhhh, recorres lentamente mi erección y mi respiración se agita cada vez mas, es una tortura exquisita que quiero que se prolongue. Al instante escucho: Oye, oye, estas bien?... Sonrojado reacciono ofreciéndole mis disculpas y retomo la charla ahora sí, tratando de controlarme.

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  4. muy buen relato, amiga, me gustaría colaborar en tus escrituras también, si le intereza mi propuesta me ase saber a mi correo: eltineyer87.cm@gmail.com

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