FRUSTRACION


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En este momento, Diana se dio cuenta que se había equivocado pues ahí estaba su amiga Eva abierta para ella y no podía hacer casi nada.


La cosa había empezado hacía una hora:

-Diana, quiero que me ates a la cama y me dejes un rato para luego hacerme correr de gusto tantas veces como quieras.



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De acuerdo mi amor, te haré pasar una velada como ninguna. Vamos al dormitorio.

Ambas fueron al dormitorio, Eva se desnudó, ofreciendo a su amante un cuerpo deseoso, con unas aceptables tetas, unas cálidas caderas y un jugoso juguetito entre las piernas, que Diana conocía tan bien ...

Diana tomó unas cuerdas, que empleaba Eva siempre para atarla, y esta vez serían usadas contra su dueña, y tendió a su amante en la cama, atándole las muñecas al cabecero del mueble y los tobillos a las patas, de esta forma, Eva sólo podía arquear el cuerpo, imposible de cerrar las piernas o de soltarse. Para rematar la faena le puso una mordaza.

-¿estás a gusto? - preguntó tras acariciarle el sexo

- mmm - dijo la amordazada, que Diana interpretó como una afirmación.

- Pues estate tranquila que ahora vuelvo.

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Se marchó al salón, preguntándose como haría el resto, pues normalmente era Diana la atada y Eva la que mandaba, y ella se había acostumbrado a gozar estando atada, ahora quería hacer gozar a Eva pero también gozando ella. Pues lo fácil hubiera sido que Eva gozara pero sin que ella lo hiciera.

Dando vueltas al pensamiento, y escuchando a Eva desde la habitación, Diana se acordó de cuando no estaban juntas y ella solita se ataba para su placer. Decidió que se auto ataría en el salón e iría reptando al dormitorio, y allí hacer gozar a Eva estando ambas atadas. 

Dicho y hecho tomó una cuerda y la dividió en tres partes, una para atarse los tobillos, otra para las manos y la tercera para enlazar las anteriores, y una mordaza para su boca. 

Se desnudó, descubriendo su cuerpo menudo, pecho firme, caderas angulosas, rajita perversa. Unió sus tobillos con una cuerda, con otra formó un cerco y la tercera la ató a la primera por entre los tobillos y al cabo suelto le hizo un nudo corredizo que dicen del ahorcado. Se puso la mordaza apretando la cinta de cuero por detrás de su cabeza. 

Y para terminar se puso de espaldas al suelo, la cuerda que hacía un lazo formó cinco vueltas por sus muñecas y poniendosela en una muñeca, pasó el nudo del cabo suelto, que hacía un doble lazo, por la cuerda. A continuación paso la muñeca libre por el hueco que quedaba de forma que enfrentaba los brazos por su espalda. Al girar para unir las muñecas el lazo de las cinco vueltas formó un ocho, y separando los tobillos, se tensó en nudo y quedó con las muñecas atadas a la espalda, los tobillos atados y, por la cuerda intermedia, pies y manos cerca.

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Probó a desatarse y vio que no podía. Como pudo se dio la vuelta poniéndose boca abajo, y poco a poco se fue hacia el dormitorio.

Al llegar al dormitorio reptó hasta la cama donde estaba atada Eva, y como pudo se puso de rodillas para subir a ella. Le costó bastante llegar al colchón por entre las piernas de Eva, esta inclinaba la cabeza para verla y continuamente intentaba animar a Diana.

Cuando al fin se alzó, y vio el sexo de su amante totalmente a disposición, y por lo que veía, ya húmedo, Diana quiso lamerlo pero se dio cuenta que se había equivocado, pues la mordaza que llevaba hacía imposible chupar el sexo de su amante para hacerle gozar.

Diana había cometido un error de cálculo, pues no podía hacer gozar bien a Eva, pero además había descubierto que no podía desatarse. Las alternativas eran pocas, intentar como podía desatar a Eva y recomenzar el juego, aunque seguramente eso no gustaría a Eva, ir a la cocina a por un cuchillo para cortar su cuerda y volver a intentarlo. Pero como veía que Eva tenía muchas ganas, decidió que lo que haría sería intentar hacer gozar a su amante en las actuales circunstancias, empleando para ella las manos, y pasar así el resto de la tarde. Para desatarse ya habrá tiempo.

Diana 

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