Mi Vecino Parte 1

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Diana baja siempre en ascensor, vive en un cuarto piso, sola. 


A veces se encuentra con Fernando, el vecino del sexto. Otro soltero. 


Se saludan amablemente, como buenos vecinos. Sólo se ven en el ascensor, por la mañana, camino al trabajo.


Él es muy observador, y varias veces ha notado en las muñecas de Diana, bajo sus pulseras, unas marcas conocidas. 

Un vistazo a sus tobillos le confirma lo que piensa. Sabe que ella vive sola, nunca se la nota, en la casa es una vecina mas, y si le preguntaran a cualquier morador del edificio, hasta asegurarban que es una señorita ejemplar, algo callada, eso si. Por eso llega a la conclusión obvia.

Aquella mañana, al encontrarse en el ascensor, después del formal saludo, y cuando no se espera de ellos nada más, Fernando dice: "si lo deseas puedo ser el que te ate, sólo tienes que decirmelo, cuando desees"

Diana se queda perpleja, no sabe que decir, su primer pensamiento es negar, preguntar "no se que me dices", pero le ha cogido tan de repente, que no articula nada hasta que la puerta se cierra en el portal, después de que él se bajara.


En el coche, camino al trabajo, en todo el dia, y los posteriores, Diana dará vueltas al ofrecimiento. 

Es cierto que le gusta ser atada, y que las parejas que ha tenido no han querido realizar esa práctica sexual. 
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Por eso, suele atarse a si misma, imaginando que es atada por una persona amorosa, y las ligaduras son la antesala de gozos sin fin. Por eso, duda continuamente, por un lado Fernando parece un buen hombre, y además es resultón, pero no deja de ser un desconocido, vecino eso si, pero desconocido. Por otra parte, ser atada ...

"Si quieres venir esta noche a mi casa, te esperaré a las nueve" Es capaz de decir Diana al cabo de varias semanas. "Alli iré" contestará Fernando antes de bajarse del ascensor.

Diana se ha preparado durante el día, se ha vestido como le gustaba ser amorosamente atada, es decir, su conjunto de tanga y sujetador sin tirantes, minifalda negra, medias, tacones rojos y top rojo. 


A última hora, decide que no, que así parecerá una prostituta, así que se vestirá de normal, como paruna salida, conjunto interior blanco, falda y suéter crema, zapato negro bajo. Eso si, se ha probado medio armario. 

Ha preparado algo para cenar, pues la hora de la cita parece a proposito para ello, y además será mejor romper el hielo con un rato de amena charla delante de la comida.


La hora de la cita llega. Fernando es puntual, trae unas flores, él también desea hacer de esta primera cita un encuentro placentero para ambos. También trae una botella de vino, para la cena que supone. Está elegante con sus vaqueros, la camisa negra y la chaqueta.

La cena trascurre positivamente para los dos, descubren gustos comunes, y otros que no tanto, ambos tienen buena conversación, son educados, corteses, y además han ido intimando. 

El ambiente es propenso. Sólo han evitado hablar de lo que ha provocado la cita. Es después del postre, con la copita, cuando se desatan las lenguas.

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"Tu marcarás los límites" dice Fernando, entrando al tema, "me ofrezco sólo a atarte, si así lo quieres, o algo más, tu decides"

"¿Cuanta experiencia tienes en esto?" pregunta Diana para tantear el terreno, pues no se trata de dejarse en manos de un inexperto.

"Bastante, tuve una compañera que me inició en este mundo, pero te advierto que del sado masoquismo sólo me atrae esta práctica. Me desagradan las prácticas de dominación, golpes y demás que someten a una persona a una humillación, aunque sea por propia decisión. Tampoco me dice nada la parafernalia de ese mundo: cueros, látigos, etc"

"A mi me pasa lo mismo" comenta Diana, "me gusta ser atada por la sensación física de desamparo, la duda de qué me va a pasar, el gozo secreto, el sabor de lo desconocido, y a lo que no puedes hacer frente, el abandono a la voluntad de otro, pero sabiendo que te quiere hacer gozar. La pena es que no he encontrado a nadie así"

"¿Y por eso de atas tu misma? ¿Cómo te desenvuelves?" pregunta él.

"Si, pero atarse una misma es un fastidio, por un lado porque es complicado atarte, por otro porque no hay esa sensación de estar a merced de otra persona. Suelo usar cuerdas y algunas esposas"

El alcohol va haciendo sus efectos, ambos están más cómodos que al principio.

"Qué has decidido" pregunta Fernando tras un trago.

"Aún no lo se del todo, quizá podemos empezar esta noche por que me dejes atada antes de irte, así comprobaré tus habilidades y mi respuesta, otro día ya veremos"

"Me parece bien"
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Diana se levanta, desaparece un momento en la cocina y vuelve con una caja llena de cuerdas y un par de esposas.

"Quedate de pie" y tomando una cuerda le ata las manos a la espalda "siempre me gusta atar las manos así." Después con otra cuerda sujeta los codos, otra más larga para construir una especie de sujetador: la cuerda pasa por debajo del pecho, luego por arriba, la siguiente vuelta lleva la cuerda desde un hombro hasta la vuelta inferior y al otro hombro. Diana se deja hacer. Ya tiene los brazos firmemente unidos al cuerpo. Otra cuerda une firmemente los tobillos de ella, y otra más ligará las rodillas. Para terminar, Fernando descubre una mordaza de bola, y se la aplica a Diana, por último venda sus ojos.

Diana se ha ido excitando, no lo demuestra, pero está contenta. Está atada, por alguien y a su merced, ya sabe que han acordado que hoy solo la dejará atada, pero le entran ganas de algo más.

Fernando lo sabe, nota el ligero temblor de ella cuando termina de atar la venda. Por eso, antes de irse, se atreve a levantarle la falda para meter la mano a su sexo. Diana se remueve, no es lo que habían acordado, pero ....

El sexo de ella está muy húmedo, la mano de él se desliza dentro, al tiempo se coloca detrás, una mano en el sexo, la otra en los pechos, la boca besa el cuello. así están un rato, hasta que las caricias en el sexo provocan el orgasmo de Diana. Al retorcerse de gusto, Fernando la lleva suavemente al sillón, para acostarla.

"Te dejo un cuchillo encima de la mesa, si no te desatas llámame, me llevaré tus llaves y te las devolveré mañana".

Diana siente el beso de Fernando antes de que la puerta se cierre.




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1 comentario:

  1. Muy bueno diana ....una vez mas hiciste volar mi mente con tu relato ..saludos

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