Diana llevaba en la misma postura tres horas desde que Marta la dejó atada, ya desde el principio estaba incómoda.
Y no es de extrañar ya que estaba de rodillas sobre la cama, con las piernas separadas y unas cuerdas que unían sus tobillos a las esquinas del cabecero, los hombros y la cabeza apoyados en la colcha y las manos atadas por las muñecas y con una cuerda desde las muñecas unidas hasta los pies.
Esa postura dejaba el sexo abierto y listo para recibir. Una bola en la boca, atada por detrás mediante una cinta de cuero, impedía que pudiera oirse nada de lo que decía. Estaba desnuda a excepción de unos zapatos de tacón con cinta en el tobillo.
Las ligaduras la mantenían tensa y todos sus músculos la empezaban a doler. Al principio que Marta la dejara atada, intentó liberarse o al menos adoptar una postura más cómoda. Pero lo primero no podía hacerlo porque los nudos estaban bien hechos.
Lo segundo no era fácil, pues si bien la cuerda de las muñecas estaba hacia el eje de la cama, las de los tobillos se abrían a las esquinas y hacían que las piernas se abrieran, en esa postura no podía moverse más que pensar en darse la vuelta para ponerse boca abajo, cosa que las ligaduras de los tobillos no le dejaban, sólo podía separar más las piernas y relajar el cuerpo a consta de tensar aquellas.
Así las cosas, sólo podía resignarse y esperar, sintiéndose cada vez más humillada, más incluso que cuando Marta la ató en esa postura. Todo había empezado como un juego.
Acudió a casa de su amiga como tantas veces, después que ésta cortara con su último novio, pues siendo grandes amigas desde hace tiempo, una era el pañuelo de la otra.
Claro que también fue con cierto temor, pues a Marta estas situaciones le daban por hacer alguna locura, y sin ir más lejos, durante la última (que ocurrió no hace mucho) empezó con un desnudo en plena calle, gritando que los hombres eran unos cerdos y acabó teniendo Diana que llevarse a Marta a su casa y practicando juegos eróticos toda la noche.
Así que al llegar a casa de su amiga, Diana no tuvo menos que sorprenderse cuando encontró a la dueña caíalmente en espera, sin llantos ni nada por el estilo. Pero tras esa fachada serena latía un deseo de devolver la humillación que le había causado su último compañero, aunque la tuviera que sufrir su mejor amiga.
No se extraño cuando Marta le pidió que se desnudara en el dormitorio. así que se desnudo y se puso un biquini de la casera y unos zapatos de tacón altísimo a petición de su amiga y pensando que sería uno de los muchos juegos se montaban.
Casi esperaba que un cálido beso diera lugar a una noche de pasión cuando Marta le pidió que se pusiera de espaldas y juntara las manos. No tardo en sentirlas atadas. No le preocupó especialmente, pues aún cuando nunca hasta entonces habían practicado juegos sadomasoquistas, no la inquietaba pues sabía que el cariño que sentían la una por la otra impediría que se hicieran daño.
Con las manos atadas a la espalda si llegó el beso esperado, pero sólo uno. Pues del cajón ya había sacado una pelota con una correa que situó en su boca, obligándola a tenerla abierta y fija gracias a la cinta.
En ese momento le entró miedo de hacia donde se dirigía el juego. Marta la hizo arrodillarse en la cama y con un par de cuerdas ató los tobillos a las patas del cabecero, forzando una cierta separación de los muslos.
Lo peor fue cuando sintió que Marta ataba una cuerda desde las muñecas, sin mediar palabra y al tiempo que tiraía de ella haciéndola pasar por entre las piernas, con la otra mano le empujó los hombros hacia atrás.
Trató de oponerse pero acabó con los brazos apoyados y sin poder moverse ya que Marta había atado el extremo al medio del pié de la cama.
En esa postura incómoda sintió más que vio a su amiga que ahora si, jugaba con la boca sobre su cuerpo, con manos ágiles le quitó la parte superior del biquini antes de saborear los tensos pechos de la atada.
Los pezones de Diana no tardaron en apuntar al techo y su sexo a remojarse. Con un par de tirones a los lazos laterales, la braga del biquini cayó dejando expuesto el sexo al mundo. La lengua y los dedos de Marta jugaban, dando mas y mas placer a la inmóvil, pero cuando casi estaba llegando al orgasmo, se pararon.
"MMMM" masculló Diana. "así te quedarás, como yo misma estoy, insatisfecha. Hasta que me sienta completamente satisfecha" Dicho lo cual, Marta salió de la habitación y poco después de la casa, pues se escuchó la puerta de la entrada abrirse y cerrarse y luego un silencio.
Ello había ocurrido hacía ya tres horas, y lo sabía porque girando la cabeza podía ver el reloj de la mesilla. Al principió trató de alcanzar el orgasmo pero no podía, al tener las piernas separadas, hacerse el menor masaje en el sexo. Después se relajó y trató de buscar una postura algo más cómoda, cosa que no logró ya que para relajar la tensión en los brazos y el cuerpo tenía que separar más las piernas, lo que aumentaba la tensión en éstas.
Al final encontró un punto de compromiso que le permitía un mínimo de tensión en todo el cuerpo. Y se abandonó a los pensamientos. De lo poco dicho por Marta dedujo que ésta quería sentirse dominadora y la que usaba a la otra persona para satisfacerse. Le parecía bien, pero no acababa de entender por qué ponerla en una postura tan incómoda.
Poco antes de la cuarta hora escuchó abrirse la puerta. "Ya he vuelto, y he comprado algunas cosas".
Al poco rato escuchó como entraba en la habitación, "estarás deseando descargar" dijo agitando un recipiente de los que se usan para cuando se está enferma, delante de la cara. Pues aprovecha que la noche va a ser larga.
Y lo acercó al sexo de Diana, ésta lo agradeció en su fuero interno pues ya eran unas cuantas horas desde la última vez. Una vez aliviada, notó cómo Marta le ponía algo parecido a una braga, al menos eso parecía, pero pensando más percibió que se trataía de un falo de goma unido a unas tiras que le estaía atando en la entrepierna. "Que hermoso, un falo a mi entera disposición".
En el resto de la noche, la sensación de Diana fue la de un objeto usado por su dueña. Para empezar Marta se desnudó completamente y jugueteando con el miembro, lo introdujo en su sexo, moviéndose en él.
La base del falo acariciaía en sexo de Diana, pero la excitación que había renacido en ella no se saciaba con ello. Al rato de moverse, la inmovilizada sintió cómo a su amiga le llegaba un orgasmo, tras el cual se desplomó, abrazándose al cuerpo atado.
Después de un ratito, Marta se separó para darse la vuelta e introducirse el pene artificial por el ano. Diana estaba cada vez mas excitada pero no podía dar satisfacción a su estado. Para mas desgracia, Marta le exigía que se moviera, cosa difícil, y la hiciera gozar. Como pudo intentó hacerlo y después de un tiempo, su amiga alcanzó el segundo orgasmo.
Así, cambiando Marta de postura, estuvieron un largo tiempo en el que Diana no pudo gozar, lo que aumentaba su furia. El clímax llegó cuando Marta le quitó la pelota de la boca. Al momento surgió un torrente de furia y peticiones desesperadas, que fueron acalladas cuando Marta ordenó a Diana que le chupara el sexo hasta que tuviera al menos tres orgasmos, momento en el que la desataría.
Después de más de seis horas en la misma postura, Diana atacó con ganas el sexo de Marta y al poco le sobrevino un orgasmo más intenso que los anteriores, y es que el deseo da alas, no bien se recuperó Marta del éxtasis cuando la lengua y los labios de Diana atacaron con igual determinación. La tercera subida de Marta fue la mayor de la noche.
Cuando se separaron los dos cuerpos jadeantes, Diana hubo de esperar aún mas, pues el gozo había sido tan intenso que Marta cayó tumbada al lado de su amiga. Poco tiempo porque las súplicas de la atada se hicieron más y más fuertes. En vez de satisfacer a su amiga, Marta empezó a desatarla.
"Pobre Diana, estarás entumecida después de toda la noche", dijo desatando la cuerda que unía las atadas muñecas con el pie de la cama y ayudándola a incorporarse. Luego desató las cuerdas que unían los tobillos a las patas del cabecero, para finalmente desatar las muñecas.
Diana estaba realmente entumecida y sólo atinó a dejarse ayudar para tumbarse y relajar el cuerpo. Marta, que sabía que su amiga estaba agotada, procedió a darla masajes por todo el cuerpo. Naturalmente le llegó el turno a las partes delicadas de Diana, que se dejó llevar. El tan ansiado gozo fue tal que pese al entumecimiento, no tuvo más remedio que tensar todo el cuerpo para sentirlo.
Diana
la imaginación es mas fuerte que la realidad
Me encantas hermosa me fascinó tu historia me dejaste con ganas de mas con ganas de ti preciosa 😘
ResponderEliminarHola Juan Me da mucho gusto que te haya gustado...besos
EliminarGracias por tus relatos, aparte de dejarme húmedo, me haces vivir tus aventuras, gracias por escribir bella Diana
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