CRUEL HOGTIE (atada como una cerda con crueldad)
Estoy completamente desnuda en un lugar oscuro, frío y húmedo. Atada y amordazada de la forma más cruel que puedas imaginar, tirada sobre el sucio suelo... a merced del hombre que me ha dejado así hace media hora.
Mis brazos están unidos entre sí detrás de mi espalda por los codos y las muñecas, que a su vez están fuertemente ligadas a mis tobillos y algún lugar alto, lo que me obliga a arquear tanto la espalda que a duras penas puedo apoyar una pequeña parte de mi liso vientre en el piso. Si la cuerda que me ata al techo tuviera diez o quince centímetros menos, estaría suspendida del mismo. Mis piernas también están atadas entre sí a la altura de muslos y rodillas.
Un complejo "corpiño" de cuerdas de nylon me rodea el torso por encima y debajo de los desnudos pechos y se conecta mediante otra tensa atadura con el nudo que une mis tobillos y muñecas al techo, contribuyendo con eficacia a obligarme a mantener mi incomodísima posición arqueada.
Todavía hay dos cuerdas más... Una, particularmente fina, me envuelve prietamente la cintura, baja por mi desnuda entrepierna a modo de sádico y minúsculo "tanga" y termina en las ataduras de mis muñecas, clavándose profundamente en mi interior cada vez que realizo el menor gesto e incluso aunque no me mueva en absoluto. La otra, ata entre sí los dedos gordos de mis pies y está unida por una tensa ligadura a una argollita del bozal que llevo, obligándome a mantener la cabeza alta y privándome de cualquier oportunidad de descanso que pudieran dejarme las demás ataduras.
Pero lo peor es el bozal.
Por enésima vez intento removerlo sacudiendo la cabeza hacia los lados (hacia delante y detrás es imposible debido a la tensión de la cuerda que lo une a mis piernas). Esfuerzo inútil. Sólo consigo hacerme daño en los atados dedos y las comisuras de la boca. Un grueso hilo de saliva resbala entre mis labios estirados y comprimidos alrededor de la inmensa pelota de goma que tengo metida en la boca y se une al pequeño charco que he ido creando desde hace algunos minutos.
Resultaría casi cómico si no fuera porque el dolor que siento en la mandíbula y diversos puntos de la cara no tiene la menor gracia. El bozal está formado por una serie de tiras de cuero que se me clavan cruelmente en las mejillas, la barbilla e incluso sobre la nariz. Tiene varias hebillas y todas están apretadas al máximo; sin embargo lo peor es el tamaño de la bola que hace las veces de mordaza: es enorme y me obliga a permanecer con la boca muy abierta, una crueldad totalmente innecesaria. Con un tamaño menor sería igual de eficaz y mucho menos dolorosa.
El lugar donde estoy es una especie de sotano. No se oye ruido de tráfico ni de ningún otro tipo. Sólo hay una pequeña luz indirecta fuera de mi ángulo de visión que apenas ilumina un piso de cemento y unas paredes tan desnudas como yo misma. Me revuelvo inquieta. Mi margen de movilidad es casi nulo, pero intento girar sobre mi estómago.
Lentamente, arrastrando la delicada piel de mis senos sobre el vasto y frío suelo, logro dar la vuelta y ponerme de cara a la puerta que oí cerrar a mi captor cuando me dejó sola. El esfuerzo me deja exhausta y durante un buen rato permanezco inmóvil en mi incómoda posición mientras la baba resbala libremente desde mi barbilla al suelo. Qué patético.
De pronto, un ruido... ¡Pasos! ¡regresa! Un temblor incontrolable sacude mi carne desnuda e indefensa al tiempo que un absurdo pudor se apodera de mi. Querría tener las manos libres para taparme los pechos y el sexo, pero es imposible en mi situación de modo que opto por lanzar una mirada desafiante al que entra. ¡Afrontaré con dignidad lo que ocurra!
Buen inicio de tu relató, bella Diana me encanta, gracias
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