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Debe ser como mediodía, y lo sabe porque su estomago gruñe al rico olor que le llega desde la casa.
Como si la oyera por telepatía, la secuestradora llega a su lado, desata las ligadura de los tobillos (como si Diana quisiera escaparse) y la hace levantar del columpio, luego le quita la venda.
A la luz del sol, se descubre un chalecito curioso de color blanco estilo película americana, un porche cubierto en el que están las mujeres, la puerta de entrada y alguna ventana, ¿mi coche? Se pregunta mentalmente Diana, "así que me ha traído en mi coche".
Por lo demás la desconocida viste el mono de latex, la máscara, botas y guantes. Y la conduce al interior, por un hermoso salón como de cine hasta una cocina luminosa de madera clara. En la mesa está aquello que huele tan bien.
"Esta desconocida me trata muy bien" piensa.
- Que considerada esa desconocida.
- Ya ves, y buena cocinera, como tu.
Luego de acabar la comida, siempre ayudada por la desconocida mujer, ya que en todo momento Diana ha tenido las manos atadas, es llevada al aseo antes de la intensa tarde de sexo y cuerdas.
Efectivamente. La desconocida vuelve a llevar a Diana al salón, cerca de una columna existente en el centro del mismo, la mujer ata una cuerda a la ligadura de las manos y la pasa, para asombro de la atada, por un gancho situado encima de la columna.
Al tirar la secuestradora de la cuerda, los brazos de Diana se ven separados de su espalda y, debido a la tirantez, Diana la dobla, la intrusa anuda el extremo de la cuerda para obligarla a esa posición tan tirante.
Acto seguido le quita las bragas, húmedas de toda la mañana excitada, y haciendo una bola con ellas se las coloca de mordaza, asegurandolas con un foulard atado por detrás de la cabeza. Luego le ata los tobillos, pero esta vez utiliza un palo que tiene sendas cuerdas en los extremos, eso obliga a Diana a mantener las piernas abiertas, dejando toda ella accesible.
Diana está pues doblada con la espalda paralela al suelo, los brazos hacia arriba tensos, las piernas abiertas permanentemente, amordazada y excitada. La desconocida activa el vibrador y se sienta a contemplar su obra.
El aparato hace su trabajo y Diana, excitada como está, no puede contener el orgasmo silencioso por la mordaza pero sensible por el movimiento perceptible de toda ella. Pero el aparato no cesa. Y otra oleada sucede.
Y el aparato sigue. Sólo cuando una lágrima de exceso de placer cae de la mejilla de Diana es cuando la mujer para y extrae el aparatito de marras, dejando el sexo de la mujer atada al aire completamente.
La intrusa deja a Diana un momento a solas, ya que desaparece por una puerta para, al cabo de un rato, aparecer con ¡una especie de polla en su sexo! Es una especie de consolador que se amarra al pubis de la desconocida, ahora comprende Diana quien se la folló al principio del secuestro ¡hace ya casi un día!.
Efectivamente, la mujer se acerca a la atada, y restriega el falso pene por la cara de su victima, manipula es foulard para quitar la mordaza, cosa que efectivamente hace, dejando la boca de la atada libre para que sea ocupada por el falo falso, haciendo una especie de chupada.
CONTINARÁ. . .
SECUESTRO EN CASA PARTE 9
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