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- Y por supuesto te folló.
- No sólo eso, sino que me desvirgó.
Con el falo falso húmedo, la desconocida se sitúa a la espalda de la mujer atada, Diana intuye lo que va a pasar y se prepara para recibirlo.
En efecto, el falo falso es introducido en su sexo, y comienza un juego de vaivén gozoso, acompañado de jadeos de la atada.
El resultado es el esperado, un profundo jadeo sigue a un espasmo de placer. La intrusa extrae el falo falso mientras Diana sufre la resaca. Pero un nuevo ataque, esta vez inesperado, sucede. La desconocida juega con el orificio anal, introduce un dedo, hurga, luego otro.
Diana no puede reprimir un ¡No! Imploroso, ya que aún no ha sido desvirgada por ahí. Pero las protestas no son atendidas, la desconocida, luego de humedecer el falso falo y agrandar el ojete, procede a penetrarla. Diana espera un intenso dolor, cosa que ocurre provocando un grito.
La mujer se siente partida por la mitad, la intrusa que lo sabe permanece quieta esperando que el dolor se desvanezca o se reduzca a límites aceptables.
Luego inicia un movimiento oscilante. El culo de Diana está siendo desvirgado, y fuera del dolor inicial no parece desagradable. Y, en efecto, el miedo y dolor es sustituido poco a poco por el gozo y el placer desconocido.
Hasta el fin. La desconocida sabe que Diana necesita descansar y suelta la cuerda que une las manos al techo y, aguantándola, la deja caer al suelo, desata los tobillos, coloca unas esposas en las muñecas y le suelta la cuerda de las mismas.
Diana se deja hacer. La intrusa la mira con ternura e, inclinándose le da un húmedo beso, que es respondido. Y se aleja al interior de otra habitación. Diana queda sola, no piensa irse, sólo piensa o más bien siente ¿amor hacia la desconocida?
- ¿Cómo que te enamoraste? Tía, tu flipas.
- Cree lo que quieras, pero en ese momento si me quisieran salvarme no lo consentiría, deseaba estar con esa mujer, poseída por ella, entregarme a ella.
FIN
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